Luchar por conservar la vida siendo ciega e indígena: el caso de María Elena
Fabiola Cortés Miranda
PLAYA DEL CARMEN, MX.- “SOY
MARÍA ELENA. PIDO AYUDA PARA MI ATENCIÓN MÉDICA. TENGO HEMODIÁLISIS Y ESTOY
CIEGA”. Eso dice el letrero que cubre parte de la silla de ruedas sobre la que está
María Elena Moo Tuz, indígena maya de la comunidad de Xkabil, del municipio de
José María Morelos; exactamente el mismo lugar de donde es oriundo el famoso “niño
diputado”, Ángel Jacinto Noh Tun, quien con su enjundioso discurso sobre la
corrupción, conoció la efímera fama.
A
María Elena la acompaña su esposo Filomeno Canul Noh, quien ha visto cómo la
diabetes y otras complicaciones han ido acabando con la vida de su mujer;
primero fue la perdida de la capacidad renal y recientemente la ceguera; “perdí
la vista el 17 de agosto, ya hizo un año”, recuerda con exactitud la mujer.
Para
recibir hemodiálisis en el Hospital General de Playa del Carmen, María Elena y Filomeno
deben recorrer más de 300 kilómetros dos días a la semana. Salen a las tres de
la mañana de Xkabil, y si tienen suerte, los transportistas de frutas de Oxkutzcab,
Yucatán, los acercan al municipio maya de Felipe Carrillo Puerto, pero si no,
deben buscar un “flete”, un automóvil que los lleve a Felipe Carrillo Puerto, en
donde toman un transporte colectivo que los traslada a Playa del Carmen, y de
allí, un taxi los deja en el Hospital General, donde a las siete de la mañana María
Elena inicia su tratamiento de hemodiálisis.
Filomeno
Canul no tiene trabajo, está dedicado de tiempo completo a atender a su esposa
y a cuidar a sus dos hijos: él traslada a María Elena, él hace de comer, él lava
la ropa, el atiende a sus hijos, a quienes espera poder sostener hasta el bachillerato,
para que puedan “salir adelante”, expresa.
Sin
empleo y sin ingresos, los dos días, martes y jueves, que la pareja viene a
Playa del Carmen, al tratamiento de María Elena, tienen que pedir apoyo en las
calles para poder regresar a Xkabil, y para tener dinero y volver nuevamente al
Hospital. La vida de ambos está en manos de la caridad de quienes se detienen a
su paso y les regalan una moneda.
En
Quintana Roo, salvo el Hospital General que les cobra una cuota mínima por la
hemodiálisis, ninguna institución parece funcionar. El Sistema para el
Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en manos de las ‘primeras damas’, hermanas,
esposos o cualquier familiar del gobernante
estatal o municipal, ha permanecido indiferente a la batalla diaria de María
Elena y su familia; con improvisados al frente de la dependencia, los
funcionarios no ofrecen solución alguna. El presidente municipal priista de José
María Morelos, José Dolores Baladez Chi, a quien han acudido en busca de ayuda,
tampoco les ha brindado apoyo. Lo que sí recuerda la pareja es cuando Baladez
Chi pasó a su casa a pedirles el voto, el año pasado.
“Dicen que con salud no se
tiene todo, pero sin salud no se tiene nada”
“Dicen
que con salud no se tiene todo, pero sin salud no se tiene nada”, afirmó el
gobernador Carlos Joaquín González, según quedó consignado en el boletín de
prensa difundido por la Unidad del Vocero apenas este 13 de septiembre, y en el
que las cifras triunfalistas se contraponen con la dramática situación de una
familia.
En
el comunicado, se presumen los alcances del programa ‘Médico en tu casa’, se afirma
que en un año, se atendieron a más de 25 mil personas, algo, difícil de creer,
porque ‘imaginando’ que desde el primer día del actual gobierno empezó a funcionar
el programa, ello significaría que cada día de los 365, contando sábados,
domingos y días festivos, se atendieron a 72 personas…
“En
este lapso, se proporcionaron 50 mil 310 servicios médicos entre consultas,
detección de enfermedades y capacitación. Hoy, estas personas han mejorado su
salud y sus condiciones de vida”, según el Gobernador de Quintana Roo.
“A
través de las Caravanas de la salud se llevaron más servicios médicos a las
comunidades más apartadas para estar cerca de las familias de las zonas rurales
e indígenas, que no fueron atendidas por quienes estuvieron en el poder y
prefirieron beneficiar a unos cuantos”, afirma Joaquín González en el engañoso
boletín de prensa.
A
María Elena y su familia ningún médico de las “Caravanas” los ha visitado, ni tampoco
han escuchado del programa “Médico en tu casa”, para ellos, nada ha cambiado
con el anterior gobierno y con el actual. Siguen arreglándoselas con la ayuda
de la caridad de los playenses.
La enfermedad que se llevó
todo, ya no queda nada que vender
En
la calle, mientras conversamos, Filomeno mira los autos que pasan por la
avenida, de pronto se acerca alguno y le da una moneda, María Elena, con su ceguera
apunta el rostro hacia donde escucha las voces; asienta y, pese a todo, sonríe.
“Cuando
veo pasar esos carritos me acuerdo del mío”, dice Filomeno, al paso de un viejo
coche, “aunque apenas andaba nos servía, pero lo tuvimos que vender para poder
seguir con la enfermedad”, recuerda; “el terreno donde vivimos ya solo nos queda
la mitad, la otra mitad la vendimos también”, cuenta. “Pero no nos podemos
quejar, aquí la gente de Playa nos ha ayudado mucho, cada que venimos si no tenemos
para regresarnos nos quedamos para pedir ayuda, y sí siempre nos ayudan”, dice resignado
y acostumbrado…
Ser hombre, ser indígena y
ser “ama de casa”, de la discriminación al respeto
Filomeno
Canul Noh además de sortear la enfermedad de María Elena tuvo que enfrentar la
discriminación y la crítica dentro de una comunidad indígena muy hecha todavía
a los usos y costumbres, donde la mujer debe atender al hombre y a los hijos: “al
principio me criticaban, que por qué yo le lavo la ropa a mis hijos y a mi
esposa, que por qué les hago de comer, si son cosas de mujeres”, recuerda
Filomeno; quien, sin embargo, no dejó que esos comentarios lo alejaran de su
responsabilidad familiar: “Yo pienso, si mi esposa me gustaba cuando era joven,
ahora que está enferma por qué la voy a abandonar”, agrega.
Son
poco más 4 de la tarde y calcula Filomeno que ya reunieron lo suficiente para
poder irse. El gasto en ir y venir de XKabil a Playa del Carmen, a la semana es
de unos mil 800 pesos, una cantidad exorbitante para la economía indígena.
¿Los
podemos visitar?, le pregunto a Filomeno y a María Elena, al final de la entrevista;
y sin dudarlo asienten. “Sí, cuando quieran pueden ir a nuestra casa, nos gusta
recibir visitas, los médicos del Hospital ya fueron a nuestra casa, por eso nos
ayudan mucho”, dice el hombre, mientras María Elena mueve la cabeza afirmativamente
y sonríe.
Luchar por conservar la vida siendo ciega e indígena: el caso de María Elena
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domingo, octubre 01, 2017
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