El último día de un tirano. Más que el triste ocaso de un Gobernador
Fabiola Cortés Miranda
A
partir del primer minuto del 25 de septiembre, Roberto Borge Angulo dejará de ser
el hombre más poderoso de Quintana Roo.
Desde
el 5 de junio, cuando se supo condenado, inició su penoso ocaso, el cual decidió
vivir cada vez más tiempo en el encierro privado; sin amigos, únicamente rodeado
de sus más cercanos cómplices que poco a poco comenzaron a alejarse y que hoy
están buscando una tregua para salvarse.
Como
nunca durante todo su gobierno, desde el 5 de junio, Roberto Borge se convirtió
en el principal foco de atención en el estado: entre los empleados de la
burocracia, que son muchos; entre los integrantes de los sindicatos que en
mayor o menor medida tienen nexos con el gobierno; entre los políticos de todos
los niveles, entre los reporteros y periodistas, entre la gente de a pie que utiliza
las redes sociales para opinar, para decir, y para denostar. Desde entonces cayó
sobre Roberto Borge la condena.
Los
rumores sobre su adicción al alcohol y a las sustancias prohibidas se
convirtieron en tema recurrente, que parecía coincidir con su prolongada ausencia
de los reflectores y su reaparición con rostro demacrado, ensombrecido. La pesada
lápida de la condena social lo está consumiendo, y a partir del primer minuto
de este domingo, ya sin fuero, empezará a padecer también el síndrome del
perseguido.
Las
apuestas van ganando en el sentido de que Roberto Borge no se presentará a
cumplir con el protocolo de cambio de gobierno, que para entonces, ya no estará
en el estado. La mudanza de Chetumal a Cancún de la ceremonia para conmemorar
el aniversario 206 de la Independencia de México es un indicio que refuerza la
teoría de la ausencia. Roberto Borge Angulo es el personaje menos querido en
Quintana Roo, por no decirlo en sentido contrario: el más odiado.
Las
denuncias que se documentaron y se presentaron a través del juicio político desde la asociación “Somos Tus Ojos Transparencia
por Quintana Roo” en contra del casi ex Gobernador y del aún Secretario de
Finanzas, Juan Pablo Guillermo Molina, fueron la punta de la madeja desde la
que se empezó a jalar para destapar solo dos de los más escandalosos desfalcos
orquestados por parte de los que están a punto de quedarse sin fuero: uno, el
descomunal desvío de miles de millones de pesos del Impuesto al Hospedaje,
dinero que debió dedicarse a un tema de vital para el estado; la promoción turística;
y dos, el “remate” de cientos de predios que eran propiedad del estado para
dárselos a amigos, políticos, empresarios y familiares, en perjuicio directo de
los quintanarroenses.
A
esto se suma el agravio contra posesionarios de Tulum, despojados ilegalmente
de su patrimonio y el embargo de cuentas de empresas desde medianas hasta corporativos
internacionales como Nestlé, que son constancia del poder absoluto que ejerció
Roberto Borge, comparable únicamente al que tenían los monarcas en la Edad
Media.
Explosivo,
descontrolado, soberbio, iracundo, ambicioso, voraz, impío, vengativo, absolutista,
cínico, amoral; Roberto Borge tiene muchos defectos. En contra parte, los
gobernados no le conocimos ninguna virtud…Por eso, desde el 5 de junio inició el
festín popular que se ha convertido en festejo “caníbal” cortesía de los actos
desesperados de un mandatario enloquecido acompañado de un Congreso sin pizca
de dignidad; el paquete de impunidad terminó por envilecer a una sociedad muy
agraviada que se “vengaba” a cada acto fallido del Ejecutivo estatal, una
sociedad que hacía leña hasta de sus fracasos personales como el abandono de quien
fuera su esposa, quien guardó las apariencias y “aguantó” durante casi un sexenio
al hoy malquerido.
Roberto
Borge sin duda se va, pero el daño dejado en Quintana Roo es tan grande, que no
habrá ley que lo salve, y tarde que temprano, los veremos regresar.
El último día de un tirano. Más que el triste ocaso de un Gobernador
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sábado, septiembre 24, 2016
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