“Asaltos” descarados a turistas en Isla Mujeres
Fabiola
Cortés Miranda
Este también es el Caribe
mexicano: el del abuso, el de la estafa y el de la ausencia de instituciones
que velen por los derechos del principal activo económico de la región: los
turistas.
Lo que les cuento sucedió en
Isla Mujeres, pero de la misma forma pasa en Playa del Carmen, en Cancún y en
Tulum, donde el común denominador suele ser el robo descarado al turista. Sin
distingo de su origen, lo padece el nacional, aunque es peor si se trata de
extranjeros.
El muelle de Puerto Juárez, donde
se abordan las embarcaciones para cruzar a Isla Mujeres se ha convertido en un
pulular de enganchadores que ofrecen a los turistas paquetes a la medida”, con
la única garantía de la palabra, la cual se vuelve letra muerta en cuanto el
cliente realiza el pago del servicio, tal como le sucedió a Eliana Fadias y Javiera
Aravena, dos vacacionistas chilenas a quienes un vendedor de tours les ofreció
por 750 pesos mexicanos, poco más de 40 dólares, un paseo que incluía transportación
en lancha a Isla Mujeres, estadía de una hora en la isla, una parada para nadar
en una de las bellas playas de esta ínsula, esnorkel en un arrecife, “show de
delfines” y la comida...
Y para darle “seriedad” al
asunto, por si alguna duda les quedaba a las turistas chilenas, el vendedor del
tour le pidió el 50 por ciento del costo total, con la promesa de que si no les
cumplía lo ofrecido, no pagarían el otro 50 por ciento. Una oferta que nadie
puede rechazar… Pero no se trata mas que de un “gancho”, porque una vez
entregado el 50 por ciento, el vendedor desaparece y otra persona “coordina” el
embarque, quien exige el otro 50 por ciento del costo del viaje, bajo amago que
de no pagarse no se aborda la embarcación. Y el turista, quien para ese momento
ya perdió contacto con el vendedor no tiene otra alternativa que pagar el otro
50 por ciento.
Después del primer trago amargo
viene el siguiente: subir a una embarcación con sobrecarga de personas, y si
alguien se atreve a quejarse de inmediato es “avisado” de las dos opciones que
tiene: bajarse y a ver a quién le reclama su pago, o quedarse, como sea.
La primera parada en la Isla
se cumple: una hora libre para recorrer el centro de la pequeña Isla. La
segunda parada: la visita a la playa, consiste en parar la lancha en un punto
del mar para que los turistas se avienten al agua, y si tienen suerte el
lanchero y su ayudante se “molestarán” en bajar la escalera, pero si no, el
descenso será como mejor se pueda. Esa es la “parada” en la playa paradisiaca.
Ya para ese momento el ánimo
no es el mismo, la sensación de abuso empieza a calar, porque el paseo está muy
lejos de ser lo que se pagó.
La siguiente parada es la
visita al arrecife donde el turista podrá ver múltiples peces de colores y corales
de distinta clase, según la promesa del vendedor. Para ello el lanchero saca un
paquete de galletas saladas y “alimenta” a los peces como si se tratara de
palomas en la Alameda, una práctica prohibida pero cotidiana y normal entre
todos los lancheros y prestadores de servicios turísticos que desde hace tiempo
sobre explotan los recursos naturales sin la menor capacitación y menos aún
vigilancia y sanción.
Sin embargo, la gota que
derrama el vaso no tarda en llegar cuando el lanchero se acerca a un “encierro”
de delfines ubicado dentro del mar y a pocos metros de la playa donde algunos
cetáceos pasan el tiempo mientras esperan su turno para “trabajar” a cambio de
comida: ese es el show de delfines. La protesta de las turistas chilenas no se
hace esperar, a lo que un lanchero, tranquilo y seguramente ya acostumbrado a
los reproches, responde que él solo los lleva a los puntos que le indica el
vendedor, pero “no tengo nada que ver en lo que se les ofrece”, se justifica,
con una complicidad muy sobreentendida.
Este “hermoso” tour, más una
comida de pescado con espagueti costó a las turistas chilenas 750 pesos… La
sorpresa crece cuando en la misma lancha otros turistas nacionales revelan que
por ese mismo viaje pagaron 350 pesos, y otra familia de 13 personas se da
cuenta que fue timada con 500 pesos por idéntico paseo… Todos en la misma
lancha con exceso de pasajeros.
Y no hay consuelo alguno,
porque las autoridades encargadas de la regulación de estas prácticas, desde la
Secretaría de Medio Ambiente hasta la Secretaría de Turismo y la Capitanía de
Puerto, no hacen absolutamente nada.
El turista se va frustrado, robado
e indignado, con la seguridad de que no hay nadie a quién reclamarle o ante quién
quejarse.
Eliana Fadias y su hija Javiera
Aravena pertenecen al segmento de turismo repetitivo, anteriormente ya habían vacacionado
en Playa del Carmen.
“Me siento robada, estafada,
entiendo que los países vivamos del turismo, pero esto es un abuso, desde que
llegué todo ha sido un abuso”, se lamenta Eliana, quien asegura que cancelara
su paseo a Chichén Itzá para tomarse el tiempo de buscar al vendedor de tours Gabriel Aceves, de quien conservó su tarjeta,
para reclamarle por el fraudulento servicio, “porque si no nos quejamos y
permitimos que esto se repita y se repita, nunca va a cambiar”, opina la
turista chilena, mientras se pregunta preocupada cómo irá de Puerto Juárez a
Cancún, porque, la promesa de que el vendedor le enviaría un transporte…
tampoco se cumplió.
Los turistas nacionales, “resignados”
no harán nada, ya están acostumbrados a que
“así es México y sobre todo Cancún”, entendiéndose por Cancún, el Caribe
mexicano. (NoticaribeNews)
“Asaltos” descarados a turistas en Isla Mujeres
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domingo, abril 16, 2017
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